lunes, 18 de octubre de 2010

SOLIDARIDAD- JULIO

Mini-relato: El callejón de la Melancolía
Fuente: www.valores.com.mx

El callejón de la melancolía. En una colonia de la Ciudad de México, frente a un parque, había una pequeña privada con balcones construida hacia casi un siglo. Cuando la estrenaron era hermosa y elegante, pero fue pasando el tiempo y se deterioró poco a poco, pues ni su propietarios, ni sus habitantes hacían nada por ella. Sus vivos colores verde y naranja se apagaron, crecieron plantas entre los ladrillos y, cuando llovía, se escuchaba caer a pedazos el recubrimiento de las paredes. Los que pasaban por ahí la llamaron “el callejón de la Melancolía.”

En ella vivía un pianista, un escritor, un hábil abogado, un arquitecto y unas chicas que sólo pensaban en divertirse. Andaban siempre de pleito por motivos tan importantes como una jerga húmeda, una guitarra en la madrugada o las florecillas moradas (jacarandas traídas de Japón) que caían en el patio durante marzo.

Una mañana los despertó una conversación en el patio. Allí estaba el propietario junto con el vecino del edificio de al lado, un ambicioso viejecillo de nariz tan encorvada como su espalda. Quería comprar el edificio para derribarlo y poner un estacionamiento.

Días después los inquilinos recibieron una carta donde les decían que debían desocupar sus casas en unas semanas. El abogado les propuso reunirse. Una mañana se juntaron en el patio a platicar. Éste tomó la palabra: “Ya revisé las leyes y no pueden hacernos esto. Nosotros tenemos derecho a comprarlo”. Luego habló el escritor: “Yo leí en un libro que nuestro edificio tiene valor artístico y que está protegido”. Luego dijo el pianista: “Aquí vivió la cabaretera Viviana Manterola y es un monumento a su memoria”. “¿Y si compramos el edificio entre todos?” preguntaron las chicas.

El abogado habló con el dueño y le hizo una oferta. El escritor consiguió un documento oficial que prohibía la demolición. Ellos y los demás hicieron todo lo posible para conseguir el dinero. Cuando lo reunieron, lo metieron a una maleta, se pusieron sus mejores galas y fueron a ver al propietario. ¡Ahora eran dueños de su casa!

Pasó el tiempo y, cuando volvieron a juntar dinero, con la ayuda del arquitecto repararon el edificio que quedó tan bonito como cuando era nuevo. No tardaron en regresar a sus antiguos pleitos por la bomba de agua, el recibo de la luz y el silbato del cartero. Sin embargo ya sabían que juntos podían hacer la diferencia.

—Relato original de Pedro Castelán incluido en su libro Así sobreviví.

Para reflexionar

•¿Eran razonables los motivos de pleito de los vecinos del callejón?

•¿Qué habría ocurrido con ellos si no se hubieran puesto de acuerdo?

•¿Qué piensas de que cada uno haya aportado algo relacionado con su talento particular?

•¿Te parece comprensible que hayan vuelto a sus conflictos de siempre?

De la sabiduría popular

Si los bueyes no están juntos, la yunta jala de lado.
Sólo los esfuerzos unidos consiguen su objetivo. Esta vida que es como el surco de un agricultor donde hay que “jalar parejo”.

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