lunes, 18 de octubre de 2010

RESPONSABILIDAD- DICIEMBRE



Mini-relato: La Planchada
Fuente: www.valores.com.mx

Hace más de un siglo el Hospital Civil de San Luis Potosí se hallaba cerca del Templo de San José. A él acudían personas de todas las edades, aquejadas de distintos males. Allí atendían casos tan sencillos como un pie torcido y tan difíciles como una pulmonía, y a su alrededor surgieron muchas leyendas.

La más famosa cuenta la historia de una gran enfermera, toda una profesional, llamada Eulalia. Bonita, de ojos profundamente negros y mejillas sonrosadas, su uniforme lucía impecable, blanquísimo, sin una sola arruga. Era la primera en llegar y nunca se ausentaba. Pero lo que cautivaba a médicos y pacientes era su sonrisa y la dedicación a su trabajo: consolaba a los pequeños que lloraban, cambiaba las camas de los ancianos, aplicaba curaciones en las heridas y siempre tenía una palabra amable en la boca. Fuera del hospital se dedicaba a cuidar a su madre y a sus dos hermanos menores.

Procedente de la capital, un día llegó al hospital un nuevo médico, Joaquín, apuesto, inteligente y muy simpático. Eulalia lo conoció cuando él le pidió apoyo para atender a un herido de bala y de inmediato se enamoró de él. Salían juntos a pasear por la Alameda y planeaban su futuro común: tendrían una casa con jardín y varios hijos que jugarían en él.
Pero las cosas se dieron de otro modo. Un lunes Joaquín no llegó a trabajar y tampoco lo hizo los días siguientes. Inquieta, Eulalia acudió a la casa de huéspedes donde éste se alojaba y le preguntó por él a la dueña. La señora le respondió: “Se regresó a la capital para casarse con su prometida.”

Decepcionada y muy triste, Eulalia perdió su brillo. No era la misma mujer trabajadora y pendiente de los demás; a veces se quedaba dormida en pleno día y su uniforme lucía descuidado. En unos cuantos meses envejeció como si hubieran pasado años y cada vez le resultaba más difícil atender a sus enfermos, aunque jamás perdía la paciencia con ellos.
El viejo sanatorio se cerró y el personal fue trasladado a uno nuevo, el Hospital Civil Miguel Otero. Eulalia alcanzó a trabajar unos meses allí pero pronto cayó enferma: no podía dormir, se sentía débil y había perdido el apetito. Los médicos la revisaban una y otra vez pero nadie podía dar una explicación a su malestar que, en realidad, era resultado de la pena que sufría. Así siguieron las cosas hasta que Eulalia murió; tenía apenas 25 años.

Pero a las pocas semanas de su muerte ocurrió algo extraordinario. Una mañana, al conversar con el doctor de turno, un paciente del nuevo hospital le comentó “Anoche me dolió mucho la cabeza, pero una enfermera muy amable me dio una tableta”. El doctor se sorprendió, pues había velado allí y no había ninguna enfermera de guardia.
Desde entonces los reportes sobre esa mujer misteriosa se han multiplicado en ese y otros hospitales de México. Se dice que aparece cuando un enfermo se halla en peligro y no hay nadie para atenderlo, incluso se cree haberla visto en los quirófanos cuando ocurre una emergencia. Los médicos la apodan “La Planchada”… en realidad se trata del fantasma de Eulalia que regresa para seguir realizando las tareas que dieron luz a su vida y a las de los enfermos.

—Adaptación de una leyenda popular potosina.

Para reflexionar

•¿Qué actitud tenía Eulalia con respecto a sus obligaciones, antes conocer al doctor Joaquín?

•¿Era responsable Joaquín?

•¿Se justifica que una persona descuide sus obligaciones cuando está muy triste o se siente mal?

•¿Por qué crees que el espíritu de Eulalia regresa a trabajar?

•¿Te daría miedo encontrarte con su fantasma?

De la sabiduría popular

Caballo de buena andanza, ni suda ni se cansa.

Cuando alguien tiene buena naturaleza y decisión para hacer las cosas no se fatiga a pesar de los esfuerzos, por grandes que sean .

No hay comentarios:

Publicar un comentario