domingo, 12 de julio de 2009

Evangelización con las nuevas tecnologías.

Queridos amig@s
quiero compartirles un artículo muy especial e importante que recibí en un curso que realicé.
Es un escrito que nos tiene que llevar a la reflexión frente a lo que significa hoy en día en internet par nosotros, pues en muchas ocasiones ha pasado a ser el primero en todo alejanándonos hasta de Dios,
Que opinas? me gustaría saber tu comentario. Gracias.
El fenómeno religioso: La evangelización en la era digital

Estimados hermanos Cardenales, Obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas, y laicos, que asisten a este Congreso Continental sobre Iglesia e informática:Según algunos estudios, dentro de 10 a 15 años, el 30 por ciento de las parejas que se casen, se habrán conocido a través de Internet 1 . Este dato nos ayuda a conocer ya una de las grandes características de la cultura de la era digital: los seres humanos conocen mejor a sus compañeros de chat que a sus vecinos de condominio. Pero al mismo tiempo nos dice que Internet, lejos de ser un simple instrumento de información, se ha convertido en un ámbito donde tienen lugar profundas relaciones humanas. Y por ello, la Evangelización no puede estar ausente de él.

I. EL FENÓMENO RELIGIOSO EN LA WEB
Internet es, ante todo, un reflejo de la sociedad y la cultura actual, una especie de radiografía que nos muestra lo más profundo de nuestro entorno, de nuestros pensamientos, de nuestras convicciones, de nuestra vida. Si la Iglesia quiere evangelizar esta nueva civilización con la que se encuentra, debe presentarse sin complejos en los ámbitos donde esta civilización se forma e informa, y un medio privilegiado es Internet. En 1996, un grupo de periodistas del Times hizo una búsqueda en la Red y encontró 25,000 referencias de Bill Gates, 410,000 referencias de Dios y 146,000 referencias de Cristo. Es más que evidente que Dios y Jesucristo no están ausentes de Internet. Las religiones, los grupos sociales, las plataformas políticas, todos aparecen en la Red ofreciendo su mercancía, muchas veces sin preocuparse por la verdad o el bien de su “producto”, sino movidos por el proselitismo o por el simple beneficio económico. Se ofrece la felicidad, el bienestar inmediato que sirva para magnetizar el interés de los “clientes” potenciales, las mayores panaceas y las más grandes utopías sociales, todas juntas y de forma llamativa, atrayente. Y este mercado de reciente irrupción está generando unos nuevos rasgos culturales, incluso está formando un nuevo tipo de religiosidad de la que se pueden adelantar ciertas características preocupantes.

1. Secularismo virtual. Basta navegar un poco en la Red para concluir que Internet no es un ambiente absolutamente laico. Efectivamente, la continua apertura de sitios religiosos que se constata en la Red, nos habla de una nueva reflexión, instalada en esta nueva cultura, sobre la relación que el hombre debe establecer con Dios. Los restos del iluminismo, que todavía siguen influyendo fuertemente en nuestras sociedades, nos han llevado a plantearnos si el único medio para establecer una sana convivencia sería la sociedad secular, dentro de la cual las religiones podrían establecerse sólo en el ámbito privado. Sin embargo, la realidad es que Internet está plagado de reclamos religiosos. Pero hay que avanzar con cautela. ¿Nos encontramos ante verdaderos sitios religiosos o ante creaciones consumísticas hechas a la medida del hombre de hoy? ¿Estamos ante nuevas formas de secularismo? ¿Cómo se presentan las religiones en la Web?. Entrar en la Web es entrar en un mercado donde, junto a otras mercancía, se ofrece lo que hoy genéricamente se denomina espiritualidad. Y esa espiritualidad, las más de las veces, se sustenta en un acercamiento puramente psicológico, hoy muy en boga, para convertirse en un recurso casi terapéutico que solamente busca confortar al ser humano. En muchos sitios-web de aspecto aparentemente religioso sólo encontramos una pseudosacralidad. La secularidad se presenta no ya como ausencia de elementos sagrados, sino como ofrecimiento, casi comercial, de religiones sin sacro o con un concepto irreal del sacro, hecho a la medida del ser humano. Internet, como mercado, busca satisfacer las necesidades de las personas, y entre ellas se encuentra el deseo de transcendencia. Muchas veces, la mercancía que ofrece son religiones proclamadas por el hombre, no por Dios, no reveladas, o como máximo, alguna iluminación divina condimentada de sentimentalismo y esoterismo para hacerla más atractiva, más vendible.
Estos credos comerciales se sitúan suavemente junto a la religión revelada. Incluso dentro del cristianismo, Internet es el Speakers Corner donde se exponen los que han construido un catolicismo a la medida, alejado de la Sagrada Escritura y de la Revelación, hecho más de opiniones que de doctrinas de origen sobrenatural, cargadas más de lo efímero y lo egoísta que de la verdadera salvación. Si la mentalidad desacralizante de finales del siglo XIX y comienzos del XX buscaba despertar a las conciencias anestesiadas por la cultura cristiana, ahora nos encontramos con una fuerte tendencia a absorberlas narcotizándolas con la droga de las nuevas espiritualidades que no cuestionan el comportamiento personal, ni las actitudes ante el bien y la verdad. Así, la secularización asume ahora una forma pseudo-religiosa mimetizándose con coloraciones emotivas y configuraciones valorales de un nuevo sacro comercializado y domesticado por el hombre para su propio entretenimiento que sea capaz de llamar la atención al surfer individualista, que navega o naufraga por la Red. Se llega así, casi sin darse cuenta, a un nuevo secularismo que no consiste en eliminar a Dios de la Red, sino en presentar un nuevo dios hecho a la medida del hombre y de sus necesidades. El secularismo de la sociedad actual se presenta de modo silencioso, acomodaticio, tolerante, menos colectivo y más individualista, oculto bajo nuevos credos alternativos y fulgurantes, que se venden con más espectacularidad, ofreciendo unos contenidos más fugaces, unas esperanzas más de andar por casa y una salvación más terrena.

2. Relativismo on line
Unido al secularismo, la Red ofrece también un marcado relativismo heredado de la cultura en la que se desarrolla. Nada es absoluto, ni siquiera la verdad. Al entrar en la Red, el navegante encuentra múltiples propuestas de felicidad que se le ofrecen con argumentos muy atractivos, con múltiples promesas de una vida mejor, de superación personal, pero sin referencia a la verdad de sus contenidos. Es más, para un hombre de hoy, hablar de verdad resulta casi de mal gusto. Parece una pretensión aventurada suponer que alguien pueda hablar de una verdad que sirva para todos. Más bien se prefiere hablar de “tu verdad”, o de “mi verdad”. “Esto sucede porque la cultura mediática se ha ido penetrando progresivamente por un sentido típicamente postmoderno donde la única verdad absoluta admitida es la inexistencia de la verdad absoluta o, en caso de que ésta existiese, sería inaccesible a la razón humana y por lo tanto irrelevante”
En el cosmos internaútico, el relativismo religioso se presenta con forma de sincretismo, un sincretismo que presume de espontaneidad y renuncia a los aspectos más visibles de las religiones para convertirse en pura interioridad. La religión on line se construye rechazando la experiencia de comunidad y promoviendo una espiritualidad autónoma, de absoluta intimidad, que recuerda en muchos aspectos a la gnosis de los primeros siglos del cristianismo. Hay una curiosa contradicción entre la publicidad de la proclamación y la privacidad de la profesión.
En la Web, las religiones aparecen como iguales, subjetivas. Algunos analistas hablan de Internet como el promotor de un subjetivismo radical: “Todo hoy se ha convertido en subjetivo, todo tiene un valor de referencia al sujeto. ‘Para mí es verdadero, para mí no es verdadero’. ¿Hay una justicia y una verdad válida para todos? No. Son válidas en relación al sujeto, a sus gustos, a sus elecciones. [...]. Esta es la subjetividad. Ya no existe la verdad, sino cien verdades para cien cabezas. Es fácil comprender que en este clima se termina por convertirse en más o menos religiosos según los gustos personales o subjetivos”
. El sujeto cibernético es artífice de su destino, salvador de sí mismo, protagonista de su propia existencia, sin más autoridad sobre él que las limitaciones de su instrumento mediático.
A este hombre inundado de subjetividad, el mercado religioso on line le propone una provocante producción de espiritualidad industrial, una oferta capaz de proveer a su sustento espiritual a través de la personalización de la experiencia divina. Así, el navegante puede prepararse su propia dieta religiosa después de clicar en varios anaqueles de productos con propuestas a su medida. En este contexto, el mundo de lo mágico adquiere una especial importancia. Es un producto que se vende bien por su atractivo morboso y porque refuerza la idea de independencia, de poder personal, de infatuación autárquica.
En Internet parece encontrarse más a gusto el que busca sin encontrar que quien parte de su confesión de fe y edifica su vida desde ella. Es un reflejo de nuestra cultura, donde la duda, la instalación existencial en la perplejidad, el rechazo de todo dogma, parecen ser las actitudes más racionales, respetuosas y tolerantes con las opiniones de los demás. Incluso muchos cristianos se plantean si es mejor ser cristiano o ser tolerante, como si ambas opciones fueran incompatibles. Es cierto que la fe cristiana implica la aceptación incondicional de verdades absolutas. Supone la adhesión plena y firme a la verdad de la Revelación Divina, que Dios nos manifestó para nuestra salvación. Eso es la confesión de fe. Pero también es verdad que en esa Revelación hay una continua referencia al valor de la persona humana. Y esta es la convicción que hace del cristiano el más tolerante, porque el cristiano no sólo tolera al prójimo, sino que lo ama tal y como es, aunque luego pueda dialogar sobre la verdad o falsedad de sus ideas. Sin embargo, la tolerancia relativista, hace al ser humano indiferente hacia los demás, y eso, en el mundo de Internet es muy fácil, porque el prójimo es el que está del otro lado del monitor, a miles de kilómetros de fibra óptica o de conexión vía satélite.
La fe cristiana compromete personalmente hasta el punto de estar dispuestos a dejarlo todo y a entregar, si fuese necesario, la propia vida, antes que renegar de ella, porque la fe conlleva la certeza, la seguridad plena, de que lo creído es verdadero, absolutamente verdadero, porque es Dios quien lo revela, y Dios no puede ni equivocarse ni engañarnos. Esta certeza se apoya no en la sabiduría de los hombres, sino en la fidelidad de Dios a su palabra. Cristo, Dios hecho hombre, es la Verdad. El cristiano es tolerante no porque dude del contenido de su fe, pues sabe de quién se ha fiado
4 , sino porque es consciente de que su verdad no es suya, no le pertenece; es una Verdad regalada, de la que no es dueño, sino siervo. Es una Verdad que se desvela suavemente al que la busca con humildad, que sabe esperar con infinita paciencia y que se atestigua con la indulgente firmeza de un amor que prefiere el silencio de la cruz antes que cualquier palabra de coacción

3. Sincretismo digital
Algunos analistas del fenómeno religioso en la cultura actual lo definen como una nebulosa místico-esotérica

5 . Y esto se refleja en la Red. Las páginas de meditación transcendental, por ejemplo, cuentan sus entradas por millones, mientras que las de oración cristiana, en las que se busca el diálogo con Dios para encontrar Su voluntad y no el simple relax interior, no pasan de decenas de miles. Se aprecia un cambio en la búsqueda espiritual; se pasa de una espiritualidad de la búsqueda de Dios a una espiritualidad de y para el ego. Son innumerables los sitios de Internet que prometen alcanzar abismales estados de quietud del espíritu y de autocontrol, delineando senderos escondidos a través de los cuales se puede entrar en contacto con lo más profundo de la propia alma, no con Dios -que usualmente ni aparece ni se nombra-, o se ofrecen instrucciones precisas para reordenar una disonante armonía interior. En algunos casos, el internauta puede abrir su alma a espíritus-guía, ciberchamanes virtualmente existentes, organizaciones especializadas en hacerle reencontrar la paz perdida o en restablecer su equilibrio interior, y todo esto en unos pocos clics, y en mensajes que no pasan de las diez líneas. También podrá acceder a mezclas de música y movimiento que le llevarán al éxtasis revitalizante, y lo más sorprendente es que todo esto lo podrá hacer incluso desde portales dirigidos por organizaciones católicas. Desde el punto de vista religioso, Internet se presenta como un instituto de belleza interior, como un gimnasio psico-físico en el que se reciben extraordinarias lecciones de sabiduría comprimida. A través de fáciles enseñanzas, los alumnos conseguirán grados altísimos de dominio personal que, de otro modo, fuera de la Red, sólo estarían a su alcance después de muchos sacrificios y renuncias. La Web se convierte en una cómoda autopista hacia el Absoluto, con el que se logra fácilmente un contacto rápido y directo, sin molestas normas morales ni aburridos ejercicios de piedad. Pero el Absoluto -llamémosle así-, en Internet, no recibe alabanza ni adoración, sino que simplemente se le nombra alguna vez, sin darle mayor importancia; es un dios domesticado, que no molesta. En el mercado de las religiones on line, no importa tanto la incómoda verdad, sino la apariencia agradable y la satisfacción del cliente. Para las distintas religiones y espiritualidades, Internet es al mismo tiempo medio de comunicación, lugar de profesión y área de ventas. Tecnología, sacro y mercado se funden en un armónico equilibrio, sin disonancias dogmáticas, hecho a la medida del hombre y la mujer de hoy. “Los datos sugieren que algunos visitantes de los sitios web religiosos pueden hacer compras, seleccionar y escoger elementos de paquetes religiosos a medida del usuario para adaptarlos a sus gustos personales” 6 . Se favorece así el sincretismo a cuyo culto se inmola la verdad, la comunión y la fe. El egoísmo se potencia creando seres religiosos autónomos capaces de autogestionar su propia religión mezclando los elementos más convenientes -no más convincentes-, que encuentran a lo largo de su nomadismo religioso virtual. El resultado es una perturbación del sacro que aparece adaptado a la subjetividad del navegante. El prototipo del surfet mediático, contagiado del relativismo ambiental, no reconoce un Creador al que pertenece, sino que se considera propiedad de sí mismo, con total capacidad de decisión sobre cualquier materia. Puede elegir entre esoterismo, parapsicología, astrología, ocultismo, cartomancia, medicina alternativa, y muchas otras posibilidades, según sus propios gustos, sin el peso de autoridades que le indiquen ningún criterio.
Así, poco a poco, se llega a una divinización del individuo que acaba prescindiendo de Dios, o mejor dicho, de un Dios objetivo. Por ello, en Internet surgen nuevas divinidades acomodaticias, complacientes, generosas, redentoras, rompiendo los viejos límites que obligaban al ser humano a obedecer a un único Dios. Internet multiplica las posibilidades de elección, sin importar realmente si esos dioses existen o no. Ahora, los nuevos dioses no son de barro ni de oro, sino de bits, más cómodos de adorar, menos molestos, y siempre listos a atender nuestros gustos. Internet es un gran archipiélago de credos, pero credos sin fuerza ni creencia, donde se mezclan cultos, sectas, confesiones, religiones verdaderas, e Iglesias institucionales.


4. Web y libertad
Si hiciéramos una encuesta a nivel mundial sobre cuáles son las principales características de la Red, seguramente la mayoría de las respuestas apuntarían a la información y, sobre todo, a la libertad. Y es cierto, la libertad es la esencia misma de Internet. En el mundo virtual, se puede hacer casi todo lo que se quiera, prácticamente sin leyes. Se puede acceder al sitio de una organización terrorista, a páginas de pornografía o a organismos de resistencia antiglobalización, todo en espacio de segundos, y sin ningún compromiso por parte del surfer cibernético. El mundo de los internautas es un mundo libre, sin compromisos, sin trabas, sin normas.
Internet es como el altar en el que se rinde culto al concepto de libertad nacido en los albores de la última modernidad, donde esta palabra ha asumido diferentes características míticas. En nuestras sociedades, la libertad es concebida frecuentemente de manera anárquica o, simplemente, anti-institucional, convirtiéndose así en un ídolo. Pero la libertad humana sólo puede ser, en todo momento, la libertad de la justa relación recíproca, la libertad en la justicia; de lo contrario, se convierte en mentira y lleva a la esclavitud. La libertad humana es mucho más que una simple ausencia de trabas que degenera en rebeldía y desacato a toda autoridad. Es un compromiso por construir y construirse, una capacidad de decisión para determinar el propio comportamiento y tender siempre a lo mejor.

( MONSEÑOR CASTRILLON)

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