domingo, 22 de noviembre de 2009

FIESTA DE LA PRESENTACION DE LA SANTÍSIMA VIRGEN AL TEMPLO

Ayer 21 de noviembre la Hermanas de la Presentación
renovamos nuestro compromiso públicamente ante el Señor y la Comunidad.
Agradecemos la presencia de padres de familia, alumnas, exalumnas, mestros, personal administrativo y de apoyo,
quiénes nos acompañaron en este tía tan especial para cada una de nosotras,
Que María, Nuestra Señora de la Presentación bendiga sus hogares e inteceda ante Dios por cada uno de ustedes frente a sus necesidades.
Muchas gracias.

La Presentación de María
es la fiesta de la entrega voluntaria a Dios,
quién despertó en su alma el anhelo que se apoderaba de ella:
pertenercerle a El por completo.
Hoy nosotras, a su ejemplo, intentamos decir sí a nuestro Dios,
que aceptamos la invitación que nos sigue haciendo de una entrega incondicional
al servicio del Reino.



Jesucristo, Rey del hogar

Hoy que celebramos la Solemnidad de Cristo Rey, que sea para nosotros la gran fiesta que nos ayude a que Cristo sea nuestro Rey.

Jesucristo es el Rey del hogar. Y comenzamos con una anécdota de hace ya muchos años, pues se remonta a Septiembre de 1907, cuando un sacerdote peruano, el santo misionero Padre Mateo, se presentaba ante el Papa San Pío X, que estaba ante la mesa de su escritorio, entretenido en cortar las hojas de un libro nuevo que acababa de llegarle. - ¿Qué te ha pasado, hijo mío? Me han dicho que vienes de Francia... - Sí, Santo Padre. Vengo de la capilla de las apariciones del Sagrado Corazón a Santa Margarita María. Contraje la tuberculosis, y, desahuciado de los médicos, fui a la Capilla a pedir al Sagrado Corazón la gracia de una santa muerte. Nada más me arrodillé, sentí un estremecimiento en todo mi cuerpo. Me sentí curado de repente. Vi que el Sagrado Corazón quería algo de mí. Y he trazado mi plan. El Papa San Pío X aparentaba escuchar distraído, sin prestar mucha atención a lo que le decía el joven sacerdote, que parecía un poco soñador. - Santo Padre, vengo a pedir su autorización y su bendición para la empresa que quiero iniciar. - ¿De qué se trata, pues? - Quiero lanzarme por todo el mundo predicando una cruzada de amor. Quiero conquistar hogar por hogar para el Sagrado Corazón de Jesús. Entronizar su imagen en todos los hogares, para que delante de ella se consagren a Él, para que ante ella le recen y le desagravien, para que Jesucristo sea el Rey de la familia. ¿Me lo permite, Santo Padre? San Pío X era bastante bromista, y seguía cortando las hojas del libro, en aparente distracción. Ahora, sin decir palabra, mueve la cabeza con signo negativo. El Padre Mateo se extraña, y empieza a acongojarse: - Santo Padre, pero si se trata de... ¿No me lo permite? - ¡No, hijo mío, no!, sigue ahora el Papa, dirigiéndole una mirada escrutadora y cariñosa, y pronunciando lentamente cada palabra: ¡No te lo permito! Te lo mando, ¿entiendes?... Tienes mandato del Papa, no permiso. ¡Vete, con mi bendición! A partir de este momento, empezaba la campaña de la Entronización del Corazón de Jesús en los hogares. Fue una llamarada que prendió en todo el mundo. Desde entonces, la imagen o el cuadro del Sagrado Corazón de Jesús ha presidido la vida de innumerables hogares cristianos. Jesucristo, el Rey de Amor, desde su imagen bendita ha acogido súplicas innumerables, ha enjugado torrentes de lágrimas y ha estimulado heroísmos sin cuento. ¿Habrá pasado a la historia esta práctica tan bella? Sobre todo, y aunque prescindamos de la imagen del Sagrado Corazón, ¿dejará de ser Jesucristo el Rey de cada familia?... Hoy la familia constituye la preocupación mayor de la Iglesia y de toda la sociedad en general. Porque vemos cómo el matrimonio se tambalea, muchas veces apenas contraído. El divorcio está a las puertas de muchas parejas todavía jóvenes. Los hijos no encuentran en la casa el ambiente en que desarrollarse sanamente, lo mismo en el orden físico que en el intelectual y el moral. Partimos siempre del presupuesto de que la familia es la célula primera de la sociedad. Si esa célula se deteriora viene el temido cáncer, del que de dicen que no es otra cosa sino una célula del cuerpo mal desarrollada. Esto que pasa en el orden físico, y de ahí tantas muertes producidas por el cáncer, pasa igual en el orden social. El día en que hayamos encontrado el remedio contra esa célula que ya nace mal o ha empezado a deformarse, ese día habremos acabado con la mayor plaga moral que está asolando al mundo. Todos queremos poner remedio a las situaciones dolorosas de la familia. Y todos nos empeñamos cada uno con nuestro esfuerzo y con nuestra mucha voluntad en hacer que cada casa llegue a ser un pedacito de cielo. ¿Podemos soñar, desde un principio, en algún medio para evitar los males que se han echado encima de las familias? ¿Podemos soñar en un medio para atraer sobre los hogares todos los bienes?.. ¡Pues, claro que sí! Nosotros no nos cansaremos de repetirlo en nuestros mensajes sobre la familia. Este medio es Jesucristo. Empecemos por meter a Jesucristo en el hogar. Que Cristo se sienta invitado a él como en la boda de Caná. Que se meta en la casa con la libertad con que entraba en la de los amigos de Betania. Que viva en ella como en propia casa, igual que en la suya de Nazaret... Pronto en ese hogar se notará la presencia del divino Huésped y Rey de sus moradores. En el seno de esa familia habrá paz, habrá amor, habrá alegría, habrá honestidad, habrá trabajo, habrá ahorro, habrá esperanza, habrá resignación en la prueba, habrá prosperidad de toda clase. Jesucristo, Rey universal, ¿no es Rey especialmente de la Familia?... Acogido amorosamente en el hogar, con Él entrarán en la casa todos los bienes.... Hoy que celebramos la Solemnidad de Cristo Rey, que sea para nosotros la gran fiesta que nos ayude a que Cristo sea nuestro Rey.

Cristo es un Rey que domina con el amor

CON LA FIESTA DE CRISTO REY, TERMINA EL TIEMPO LITÚRGICO PARA INICIAR EL TIEMPO DE ADVIENTO EL PRÓXIMO 28 DE NOVIEMBRE

¿SABÍAS?

CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 22 de noviembre de 2009 (ZENIT.org).- Cristo es un Rey que domina con el amor, sin imponerse, respetando más bien la libertad del hombre, explicó Benedicto XVI en la solemnidad de Cristo Rey, que celebró la Iglesia en este domingo.
La realeza de Cristo no es la de los grandes de este mundo, sino que consiste en el poder de derrotar al mal y la muerte, de "encender la esperanza" incluso en el corazón más endurecido, añadió el pontífice al rezar a mediodía la oración mariana del Ángelus.
En el último domingo antes del inicio del Adviento, el tiempo litúrgico de preparación para la Navidad, el Santo Padre explicó a los fieles congregados en la plaza de San Pedro del Vaticano que el poder de Cristo "no es como el de los reyes y los grandes de este mundo; es el poder divino para dar la vida eterna, para liberar del mal, de derrotar al dominio de la muerte".
"Es el poder del Amor, que sabe sacar el bien del mal, enternecer un corazón endurecido, llevar paz al conflicto más agudo, encender la esperanza en la oscuridad más densa. Este Reino de la Gracia no se impone nunca, sino que respeta siempre nuestra libertad", añadió hablando desde la ventana de su estudio.
Según el pontífice, "el título de 'rey', referido a Jesús, es muy importante en los Evangelios y permite dar una lectura completa de su figura y e su misión de salvación".
"Se puede observar, en este sentido, una progresión: se comienza con la expresión 'rey de Israel' y se llega a la de rey universal, Señor del cosmos y de la historia, por tanto, mucho más allá de las expectativas del mismo pueblo judío", aclaró.
Ante la grandeza de esta realeza, ante la paradoja de su signo, la Cruz, toda conciencia tiene que realizar necesariamente una "opción", indicó Benedicto XVI: "¿A quién quiero seguir? ¿A Dios o al maligno? ¿A la verdad o a la mentira?".
"Optar por Cristo no garantiza el éxito según los criterios del mundo, pero asegura esa paz y esa alegría que sólo Él puede dar", reconoció.
"Lo demuestra, en toda época, la experiencia de tantos hombres y mujeres que, en el nombre de Cristo, en nombre de la verdad y de la justicia, han sabido oponerse a las adulaciones de los poderes terrenos con sus diferentes máscaras, hasta sellar con el martirio esta fidelidad", concluyó.